martes, 28 de julio de 2009

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El aterrizaje, aunque algo traumático, fue sencillo. Sólo una vez tuvimos que recurrir a nuestro ya, mejorado, inglés, para poder llegar al centro de la ciudad. Una vez allí, la hospitalidad de nuestro guardia sioux y la amistad surgida entre unos cuantos compatriotas, bastó para hacernos sentir como en casa.

La carestía de los transportes públicos, se compensaba con su comodidad, aunque a veces tubieramos que rompernos la cabeza con combinaciones subterráneas, para llegar al destino deseado. La lluvia fina y débil, aunque entorpecía nuestra tarea de turistas, refrescaba nuestras cabezas acaloradas por los efímeros ratos de sol de los que disfrutábamos en la ciudad.

Noches de descontrol en bares improvisados, mañanas de madrugones, brindis por un tal Patts, horas de speaking, y ratos de compañia notcurna, hicieron del viaje, algo más que eso. Las reuniones clandestinas, los consejos entres amigos, las canciones improvisadas, las barbacoas de los domingos, "typical spanish", y los encuentros interaltánticos fortuitos, hicieron del viaje, algo más que eso, algo más que un viaje, un encuentro entre amigos, entre amantes internacionales.

La prueba de que no fue sólo un viaje, fue la agonía y las ganas de que las despedidas, ya de por sí crueles, no dejaran un sabor amargo a aquel viaje, regado en varias ocasiones con dulces de pastelería francesa, vino astrualiano y noches irrepetibles.

1 comentario:

Fabre dijo...

Coño, que bonito ta quedat, en serio! :)